miércoles, 16 de agosto de 2017

Se acabó

Siento que durante los últimos años he estado corriendo mi spartan race particular, a base de obstáculos, pruebas y duras caídas, pero hoy puedo decir que he llegado a meta, sin premio, perdiendo más que ganando, pero superando cada tramo, cada obstáculo y cada piedra que se interponía en mi camino, SIN RENDIRME.

Y haciendo amigas para toda la vida por el camino (o eso espero :P).

Como ya dije un vez, parar, dejar de intentarlo, no es rendirse, no lo considero así. Nos marcamos nuestra meta, y hemos llegado a ella magullados, sucios, cansados, con el corazón roto y con un vacío en nuestras vidas.

Ahora toca recuperarnos, toca descansar, desprenderse de la mierda que hemos acumulado, y vivir.

Sabía que iba a doler, y duele, y estoy segura de que lo gordo acabará saliendo, pero aun me encuentro en estado de shock, aceptando mi realidad, mi último negativo...


Hace ya algo más de un año que necesité decir adiós aquí, pero hoy siento que debo contar cómo acabó todo. Aunque no le sirva a nadie, aunque no sirva de ejemplo para dar ánimos, aunque no pueda decir que se puede (podrá quien podrá, no?).

Tras la visita con Diana Alecsandru decidimos volver a invertir todos nuestros ahorros, más los de los siguientes meses, más alguna ayuda, a un último tratamiento.

Hicimos una doble donación, es decir, ovodonación con semen de banco. Nuestros donantes, c1c1. Obtuvimos 10 ovocitos, 7 fecundaron, a día 5 me transfirieron 1, a día 6 congelaron otro. No hubo más.

En la primera transferencia, el resultado fue negativo.

Dejamos pasar unos meses, para recuperarnos económicamente y emocionalmente, y hace 15 días tuvimos la segunda y última transferencia, viví una betaespera maravillosa y totalmente relajada (ni yo me lo creo), con resultado también negativo contra todo pronóstico.

No habrá más.

La decisión de parar ha sido muy meditada y bien pensada, lo hemos hablado mucho, lo hemos valorado mucho, y hace mucho tiempo decidimos que ya no íbamos a seguir.

Ahora nos toca lo peor: aceptarlo.

Tenemos mucho trabajo emocional por delante, pero con las mismas fuerzas que hemos recorrido este camino, vamos a empezar el otro, con una gran diferencia, sabemos que esta vez sí tendremos premio al final: nuestra propia felicidad.

Siguen doliendo las mismas cosas que dolían antes, esas que calmábamos con esperanza. Ahora no hay esperanza, pero sí la enorme tranquilidad de haber hecho todo lo que estaba en nuestra mano y mucho más. 

Seguimos desechando sueños, sacándolos uno a uno de nuestro corazón, diciéndoles adiós para siempre... Adiós a sentir las primeras nauseas, adiós a la felicidad de compartir nuestra felicidad, adiós a las primeras patadas, adiós a mirarme en el espejo con un cojín bajo la ropa, adiós a escuchar por primera vez el latir de su corazón, adiós a hacer flotar mi barriga en la piscina para aliviar el dolor de espalda, adiós a sentir lo que mi madre describe como lo más bonito del mundo, el parto, adiós incluso a recuperarme de él... Adiós a tantas cosas que toda mi vida he dado por sentado que iba a vivir...

Pero también creando ya nuevos sueños. Y confiando en los que están a medio camino.

Duele, pero por fin cuelgo los guantes de boxeo, se acabó la lucha, ahora toca descansar.