jueves, 4 de junio de 2020

4 de Junio

Parece que hasta el tiempo en Valencia quiera recordarnos que hace justo 4 años estábamos comiendo en el antiguo cauce del río Túria, sentadas sobre mis manteles blancos y una tela turquesa que compré para la ocasión. Y justo debajo, unos plásticos para evitar mojarnos. Había llovido, pero nos daba igual (en realidad, no nos daba igual del todo...), pensábamos disfrutar igualmente del día y conocer a toda esa gente que se iba a unir a nosotras en un día que quisimos hacer especial.

Personalmente, conocí a gente que a día de hoy sigue formando parte de mi vida, pero especialmente conocí a algunas de las que hoy son mis mejores amigas. Bueno, técnicamente fue el día 3, pero para nosotras siempre será el día 4 de Junio, #díamundialdelainfertilidad

Y es que con el paso del tiempo quedan los buenos recuerdos, las horchatas, las risas a altas horas de la madrugada, la complicidad (esa que cuando surge te hacen hasta chiribitas los ojos y que a día de hoy se mantiene intacta), y un montón de momentos que hemos seguido viviendo. 

Intento escribir algo coherente pero se me escapan las emociones y no soy capaz de hilar bien...

No te entretengo más, solo te diré que si se puede celebrar la V Quedada Nacional de Infértiles, no te la pierdas, te puede cambiar la vida.


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domingo, 3 de mayo de 2020

Ya pasó

Está acabando, por fin, uno de los peores días del año para las infértiles. 

Si soy sincera conmigo misma, este año no he recibido tanto machaque, tanta publicidad y tanto porculeo, o al menos esa es la sensación que he tenido, y eso que hay algunas empresas que se han esforzado de lo lindo en bombardear mi correo electrónico. Al final acabas poniéndolos a todos en el buzón de spam, y eso libera que da gusto.

Pero no vengo a hablar de publicidad (que en realidad es la gran culpable de todo esto), vengo a hablar sobre todo de la hipocresía de la gente. 

De verdad que creo que hoy, de repente, miles de personas han perdido el teléfono de su madre. Sí, sí, ya sé que no podemos visitarlas, aún no, pero esa cosa rectangular que llevamos siempre en la mano también sirve para hablar con las personas con las que no estamos y, entre ellas, con las personas a las que queremos. 

No llego a entender por qué la gente elige felicitar a su madre por las redes sociales. ¿Es para que todo el mundo vea lo buen/a hijo/a que eres? ¿De verdad somos tan egocentristas? Y no me vale que es para demostrar todo tu amor públicamente porque eso es bonito. A quien le importa es a tu madre, no al resto del mundo. 

Lo acepto, hoy vengo quejicosa. 

¿Qué más me dará a mi si Fulanito pone lo que quiera en su Facebook? Me... da igual, cada uno que haga lo que quiera con sus redes sociales.

Pero por si a alguien le interesa, esas inocentes publicaciones, una detrás de otra, pueden llegar a ser muy dolorosas para las mujeres que están luchando por ser madre con todas sus fuerzas. En especial aquellas generalizadas en que se felicita a todas las madres y en las que tú te sientes tan excluida... otra vez. 

Y no hay nada que deseemos más que ser madres, por tanto esa exclusión se siente como un fracaso, un tremendo, absoluto y dolorosísimo fracaso. Más todavía si has sufrido uno o más abortos y has perdido a tu hijo/a.

Siempre recordaré aquel post en que una infértil contaba que, después de haber tenido a su hija en brazos, ella ya imaginaba lo que se sentía mucho antes de ser madre. Por fin había alguien que expresaba lo que yo sentía, ese sentimiento tan brutalmente enorme de amor por alguien que ni siquiera existe. 

Y por eso, días como hoy, duelen más. Porque la sociedad no reconoce lo que sientes

Pero tampoco es un día que nos guste celebrar, solo pedimos que se acuerden un poquito de nosotras y tengan un poco de consideración.

¿Cómo creéis que se sentiría un enfermo de cáncer si la gente celebrara el día de los que no tienen cáncer? ¡Pero si están luchando contra él con todas sus fuerzas! 

Ya sé que la comparación de la infertilidad con el cáncer siempre viene grande, lo sé, y reconozco que no es comparable, pero aún así, está demostrado que la mayoría de los infértiles tenemos sentimientos muy similares a los de la gente con cáncer, y sin embargo, se nos "ningunea" o le quitan importancia a nuestro dolor.

Llamad a vuestras madres y felicitadlas, pero no es necesario que lo hagáis públicamente ni que felicitéis a todas las madres del mundo. 

Y para acabar, he de reconocer que no todo lo que trae este día son penas, pues así nació precisamente la I Quedada Nacional de Infértiles, con un post sobre lo mismo, en este mismo blog, en un día como este.

Un abrazo enorme para todas las que estáis luchando por ser madres. ¡Ánimo!

lunes, 23 de marzo de 2020

Días duros

Me encanta tener tiempo para mí, poder dedicarme a una tarde de spa casero en mi propio baño para mimarme, organizar mi horario de trabajo, limpieza y tiempo libre a mi antojo, madrugar o dormir hasta tarde si me apetece, disfrutar del silencio de mi casa, tirarme horas en el sofá leyendo o viendo una serie nueva, buscar y preparar actividades nuevas para mis alumnos sin prisa, refugiarme con mi manta mientras fuera está lloviendo, o hacer esas cosas que nunca haces porque nunca es el momento.

Podríamos decir que soy afortunada por no tener que encargarme de mis hijos, porque el trabajo nunca se acaba, porque no se les puede quitar el ojo de encima, porque puedo descansar... 

Y sin embargo no siento que lo sea, porque estos días son duros para todos, y en mi día a día echo de menos las risas de los niños/as, su alegría, dar y recibir su cariño... 

No puedo evitar pensar y sentir que, si fuera madre, se me haría menos cuesta arriba todo, que tendría en casa la alegría de los niños/as, que me obligarían a sonreír más, y aunque me hicieran pelear, discutir, y estuviera agotada desde que me levanto hasta que me acuesto, estos días serían menos duros.

Pero como siempre, nos tenemos que conformar con lo que tenemos y sacar de ello las fuerzas para seguir adelante, con la ilusión de que algún día cambiarán las cosas, de que pronto podremos salir a la calle y reanudar nuestra lucha.

Tampoco puedo evitar pensar que debería dar gracias porque esta locura de guerra no me haya pillado en tratamiento o metida de lleno en la lucha, en la espera de resultados, en la espera de donante, en la espera de... Creo que no hay palabras de ánimo para todos aquellos que os encontréis así, solo nos queda poner un paréntesis a nuestras vidas y volver a esperar como tantas veces hemos hecho y seguiremos haciendo, si en algo somos expertas las infértiles es en esperar, y también en desesperar, la verdad sea dicha, pero les llevamos ventaja al resto, eso es innegable.

Hoy me he caído, he tropezado con mis temores, me he dejado llevar por todo ese miedo, incertidumbre, desconocimiento y soledad, y he decidido levantarme de nuevo para hacer frente a los retos que me ponga la vida, me gusten o no. Es hora de reinventarse.



viernes, 3 de enero de 2020

Un cachito de felicidad

Una de las peores cosas de la infertilidad, para mí, era superar cada año las navidades. Eran, sin ninguna duda, los peores días del año, aquellos en que te ves otro año más estancada, sin haber avanzado.

Recuerdo en lo más profundo de mi corazón echar de menos lo que nunca tuve, mucho más que a los que ya no están. Dolor, un profundo y desbordante dolor que nadie entendía. 

Y es curioso que el año en que me planté y me negué a vivir las navidades como cada año fuera el primero tras haber abandonado los tratamientos. Reseteé las navidades.

Y no sé si es por eso, o porque me estoy recuperando asombrosamente bien (lenta, sí, pero de dentro hacia afuera), que ahora puedo hablar de ello en pasado. 

El deseo de ser madre sigue estando ahí, latente, esperando, en este embarazo burocrático que me resulta eterno. Mi deseo no ha cambiado, en ningún momento, en toda mi vida. El dolor, sin embargo, se diluye.

He descubierto en mí cierto rechazo hacia casi todo aquello que tenga que ver con la infertilidad, y he de admitir que me molesta, porque sigo esperando el día en que pueda volver a ayudar, a colaborar de una forma u otra, porque ahora mismo siento que me he fallado, que una parte de mí quiere involucrarse pero la otra, la que cuida de mí, me da portazos en las narices continuamente. No sé si es cuestión de esperar o de darme un chapuzón directamente, pero por ahora voy a seguir escuchando a la vocecita que desde dentro me pide esperar.

También tengo miedo de gritar que estoy bien, que las navidades han sido geniales, que las he esperado con normalidad y afrontado con ilusión, que no me he sentido una fracasada cuando he comido con el resto de madres de -ya- adolescentes, y que no he sentido ganas de llorar ni una sola vez. Lo diré bajito, para no espantar a los elfos que lo hacen posible. 

¿Es posible que esto sea un cachito de felicidad? Algo me dice que sí, es posible. 

Siento que, aunque me vayan a quedar secuelas de todo aquello, todo se supera, no necesariamente siendo madre, se puede superar sin conseguirlo. Aunque sea difícil, no es lo más difícil que hemos hecho, creo que lo más duro es aceptar, caer, perder, perderte... Y si en algo tenemos experiencia es en volver a levantarse, eso ya lo tenemos chupado.