lunes, 24 de septiembre de 2018

Los embarazos ajenos

Empiezo con un tema peliagudo para cualquier infértil y su entorno. Y es que ver embarazadas o recibir la noticia de un nuevo embarazo, suele ser algo incómodo y doloroso para aquellas mujeres que deseamos y luchamos por tener un hijo/a.

Recordemos primero los cambios que sufrimos a lo largo de nuestro viaje por la infertilidad en lo que se refiere a "Cómo nos afectan los embarazos ajenos":

- Cuando aun no te planteas buscar embarazo: "¡Ay qué barriguita más mona!"

- Cuando ya estás buscando embarazo pero aun no eres infértil (porque no lo sabes y, por consiguiente, ni si quiera se te pasa por la cabeza que puedas tener problemas): "Oooiiiissshhh pero qué barriga más bonitaaaa, yo quiero una asííííí, y la quiero yaaaa *emoticonos con corazones en los ojos*"

- Cuando llevas meses intentándolo pero no te quedas embarazada: "¡Otra embarazada! Yo también quierooo, jooooo"

- Cuando empiezas a hacerte pruebas y te metes de lleno en este mundo: "Solo veo embarazadas, joder, a ver cuando me toca a mí ya, que ya me va tocando..."

- Cuando tus amigas infértiles se quedan embarazadas: "¡Ay qué emoción, si ella puede yo también!"

- Cuando todas tus amigas infértiles han tenido niños y tú sigues haciendo amigas infértiles que se siguen quedando embarazadas: "Otra que se preña / ya verás lo que tarda en enseñarme la foto de la eco / ya podría metérsela por donde yo me sé / al menos que se tape la barriga / qué manera de dar envidia al personal / qué poca sensibilidad"

- Cuando TODO el mundo se reproduce menos tú: "Si es que yo no entiendo por qué a estos les dejan tener hijos, qué mal repartido está el mundo"


¿Seguimos? ¡Claro! ¡A eso vengo! Pero fuera coñas, cada persona es un mundo, y lo que a una le puede sentar mal o doler, a otra no. Lo que está claro es que ya de por sí estamos más sensibles de lo normal, añoramos ese embarazo soñado y, por mucho que nos alegremos de embarazos cercanos o de gente a la que le ha costado mucho, duelen. 

Porque el dolor es inevitable, y está tan presente en este duro camino que no somos capaces de dejar de sentirlo.




Hace poco leí que anhelar lo que tienen los demás no es envidia, la envidia es desear que los demás no tengan lo que anhelas. 

Por tanto, el primer paso para superar ese autocastigo de sentirse mal contigo misma por haberte sentido mal previamente al enterarte de un embarazo, es entender que tú no le deseas mal a nadie, al contrario, sientes dolor por tu propio anhelo, no tiene que ver con los demás.

Aceptar tu dolor no es malo.

Otra cosa es que los demás sepan entender tu dolor y traten de evitártelo de una manera u otra, pero de esto ya hablaremos porque a veces no encuentras esa empatía en gente que ha pasado por lo mismo que tú y debería entenderte, y claro, te montas unas cuantas pajas mentales preguntándote si realmente estás ya para encerrar. Pero ese es otro tema.

A mí no me costó entender que mi dolor era normal, supongo que porque en aquel momento ya estaba rodeada de personas que me comprendían y no me sentía sola en el mundo.

He de aclarar, por si no queda claro desde el principio, que no todas sentimos igual, o nos duele igual, incluso habrán mujeres a las que no les duela, pero durante estos años he conocido a bastante gente en mi misma situación y es un sentimiento bastante generalizado (si estás leyendo esto y no te sientes identificada, por favor, no te sientas tampoco un bicho raro ni juzgues lo que sentimos las demás).

Pero, ¿qué pasa con los embarazos ajenos cuando sabes que nunca jamás vas a quedarte embarazada?

Más dolor. Estaba cantado, ¿no?

Lo curioso de este dolor es que se apaga. Lentamente, con el paso del tiempo y con mucho trabajo emocional. Yo llegué muy pronto a la conclusión de que el mundo es mundo porque los seres vivos se reproducen, y por mucho que me doliera a mí no iban a dejar de reproducirse. Y, aunque tuviera el súper poder de paralizar la reproducción, ¿quería yo que el mundo se acabara así? Si yo no puedo...¡que no pueda nadie! 

No os asustéis, no llegué a tanto. Tan mal no he estado... creo.

Y fue poco a poco que fui asimilando que iba a ver a muchas mujeres embarazadas a lo largo de mi vida, y que no me hacía ningún bien centrarme en mi dolor. Ahora bien, no os penséis que me gusta verlas, o que voy por el mundo tocando barrigas con cara de iluminada. La barriga está ahí y yo estoy aquí, cada una tiene su lugar en el mundo y así todos somos felices.

Eso sí, no me metáis en una sala de espera de preñadas que tal como entro, salgo. Tengo mis límites. Quizás dentro de un año o treinta, no tenga ningún problema en ello, pero ahora como que no.

Por si se os ocurre, tampoco me invitéis a ninguna babyshower de estas que están tan de moda y que a mí taaaan poquito me gustan. Prometo que no es por envidia. Pero tampoco se os ocurra montarme una cuando llegue mi momento (seguimos adelante con la adopción, pero de eso también tendremos tiempo para hablar).

Hay dos cosas más que a mí me autoconvencen de que la reproducción mundial no es mala

Una es que vivo de ello, no sé si recordáis que soy educadora infantil, y esas barrigas se traducen en trabajo y en pagar la hipoteca, así que tampoco vayamos a quejarnos.

La otra es algo mucho más personal, y es que, a veces, cuando veo una barriga desconocida, me pregunto si ahí dentro estará mi hijo o mi hija. Suena rocambolesco, lo admito, pero mi hijo/a va a gestarse en alguna barriga desconocida, ¿Quien me dice que no me he cruzado con ella en algún momento de su embarazo? Cuando esto me ocurre, solo hay un pensamiento: cuídalo.

En un apartado especial están las barrigas casi propias. Como lo son la que contenía a mi sobrina hasta hace tres meses, o las que contienen y contenían a mis sobrinos vinagres (apelativo cariñoso para describir un maravilloso grupo de amigas, infértiles además). Por esas barrigas MA-TO.

A fin de cuentas, no sufro por los embarazos ajenos como sufría antes, aunque tampoco es algo que me guste, porque a veces la traducción es "yo he podido y tú no" y eso pica. Dejará de picar, o eso espero, y en realidad me alegro de todo corazón de los embarazos de gente a la que le ha costado tanto. 



lunes, 17 de septiembre de 2018

Un año después

Se acerca el otoño, y yo, que tanto puse de mí aquí, en este pequeño rinconcito secreto (y no tan secreto), tengo la necesidad de volver, de contar a quien quiera leer cómo es la vida de una infértil que decidió dejar la lucha para vivir.

Como la vida misma, la mía tiene una gran variedad de aspectos en los que influye mi situación, de los que espero hablaros poquito a poco, abriendo mi corazón a cada poco.

No pretendo ayudar a nadie, ya no, ahora debo ayudarme a mí. Se acabaron los médicos, las pruebas, las decisiones, los tratamientos... la medicina evoluciona a pasos tan grandes que no os serviría ya mi experiencia. Me centraré en el lado emocional, pero perdonadme si no puedo ser vuestro pilar, vuestro apoyo. He de decir que lo siento, pero he de mirar por mí. Si necesitas ayuda, puedes ponerte en contacto con la Asociación Red Nacional de Infértiles, te dejo en buenas manos.

Los días de duelo quedaron atrás, quizás el duelo quedará siempre por ahí escondido en algún lugar de mi corazón, pero la tristeza ya se fue, ya salí a flote para respirar. Tampoco negaré que hay días en los que escuece la herida, pero la cicatriz es para toda la vida, para bien y para mal. 

Estoy segura de que notaréis cuando escuece, espero entonces no pecar de borde, pero no prometo nada.

Soy consciente de que mis entradas siguen leyéndose, por lo visto algunas aun sirven a bastante más gente de la que podría esperar, así que para diferenciar el antes y el después, las nuevas entradas estarán escritas en azul (si no se me va la olla y se me olvida, todo puede pasar). Me siento un poco como Michael Ende ahora mismo, solo que antes siempre era Bastian y ahora siempre seré Atreyu, o al revés, qué más da, la cuestión es que siempre me ha molado a mí esto de ser un poquito friki.


(Así ando ahora, cabalgando a Fujur)




Imagen: La historia interminable (película)