De todos los malos momentos que hemos pasado durante nuestro camino hacia nuestros hijos, recuerdo una noche en especial en la que, por primera vez, hablamos de la posibilidad de no lograrlo nunca.
Ambos tenemos una tía sin hijos, él la suya, con su tío, y yo la mía, con mi tío. No sé si me viene algo de familia, pero no me importa porque sé que ella no luchó y yo sí. Pero el caso es que cuando mi marido me dijo: "Igual nos ha tocado vivir como ellos..." se abrió el mundo bajo mis pies, ví el infierno con mis propios ojos, todo se desmoronaba a mi alrededor, y grité: "Noooo!! Eso nunca!!"
Lloré, lloré, y lloré, y a partir de ese día me dí cuenta de que, aunque yo lo iba a intentar, quizás me toca pasar por ello, y si me había tocado eso, lo mejor que podía hacer era montarme mi vida de la mejor manera posible, pero sobre todo, vivirla!!
Aquí empezó mi duelo, aun no sabía si genético, o duelo por el hijo/s no tenido ni gestado ni concebido. Y aquí empezó también el planteamiento en serio de la adopción, porque aunque se hable, se comente, se deje de lado la idea por temporadas, o se tenga como último recurso, no dábamos un paso adelante por el miedo al duro proceso que supone. Pero entonces me dije que nada sería suficiente duro como para abandonar la idea de tener hijos, vinieran de donde vinieran, iban a ser mis hijos.
Y respiré. Ví una puerta abierta, mi ventanal con vistas al mar. Y aunque seguimos sufriendo con los tratamientos, sabíamos que aquello estaba ahí e íbamos a ir a por ello. Tantas ganas tenía que no me apetecía nada someterme al último tratamiento. Lo pasé mal, y solo quería que pasara para poder dar el gran paso en el camino de la adopción, y es que nos pusimos de tope esperar a ver cómo resultaba el último tratamiento.
Así que una vez cancelado, después de llorar y llorar, y sabiendo que el siguiente paso era la adopción, porque me negaba a someterme a ningún tratamiento más, una lucecita empezó a brillar a lo lejos. Aquello que una vez guardamos en un cajón porque "lo lógico" era intentarlo primero con nuestras células, empezó a volver a mí cada vez con más frecuencia.
Ya había asimilado que solo pariría por obra de algún milagro. Ya estaba empapándome de info sobre la adopción, sobre cómo afrontarlo nosotros y sobre cómo transmitírselo a los hijos adoptados. Por mi profesión conozco un caso relativamente cercano, que ya me hizo pensar en su momento que lo mejor era tratar la procedencia del niño con total naturalidad, pero lo que leí después me lo confirmó. Además, si de algo estoy orgullosa de mi familia es que las cosas se han tratado siempre abiertamente entre nosotros. Algunas veces me ha dado hasta vergüenza (siempre respetando la intimidad de cada uno) tener que comentar algunas cosas durante la comida, pero no me daba cuenta de lo valiosísimo que era lo que tenía, la posibilidad de hablar todo con naturalidad sin miedos ni prejuicios, y de tener la opción de valorar las cosas por nosotros mismos y formarnos nuestra propia opinión.
Así que si a mí me enseñaron de donde vienen los niños como quien habla de cómo se hace el pan, lo mejor será que yo les enseñe a mis hijos de donde vinieron como quien habla de cómo se hace un cocido. Sin vergüenzas, sin miedos, sin mentiras. Solo así serán capaces de afrontarlo ellos, no verán nada malo en ello. Si lo ocultamos y lo confesamos en algún momento clave, tendrán que replantearse todo de nuevo. Aunque no tenga nada de malo, ellos no lo verán así, porque si lo hemos ocultado será por algo, no?
Y esa lucecita siguió brillando y sanándome hasta que me dí cuenta de que estaba abriéndome a la posibilidad de adoptar embriones, y solo pensar en la opción de gestar y parir, vinieran de donde vinieran las células, hizo que olvidara todos los miedos a volver a enfrentarme a otro tratamiento, más sencillo pero con su betaespera y su sufrimiento en caso de negativo.
Así que, duelo genético? No sé en qué momento se produjo exactamente, pero tengo muy claro que me da exactamente igual si mis hijos llegaron a mí a partir de un óvulo de mi ovario o de cualquier otro ovario del mundo.
Sin embargo sí hay algo en lo que debo trabajar. Y es que el otro día me dí cuenta de repente de algo que no había pensado. Hablando sobre la última vez que me dieron antibióticos, me sorprendí bajando la voz al decir: "no sabía si estaba embarazada". ¿Qué descubrí? Que no me visualizo embarazada, que mi deseo es ser madre y lo seré, pero parece ser que inconscientemente olvidé que podía hacerlo engordando y pariendo. Y me dije: tú puedes embarazarte! Hablamos de esto con palabras como "si lo conseguimos", "si el tratamiento funciona", etc, pero no de "si me quedo embarazada". Y esto es lo que tengo que trabajar.
Así que si me quedo embarazada mediante donación de embriones, desde el principio hablaré de ello de la forma más natural posible, no necesito dar más datos ni explicaciones, simplemente es la manera en que podía ser madre y es la que escogimos sin dudas.
No es fácil y no siempre he pensado así, he visto yo misma cómo la gente de pueblo señala a parejas con niños que han recurrido a donante y yo no quería eso para mis hijos porque no es bueno, no quiero que se vean señalados, pero al final creo que el primer obstáculo lo saltamos nosotros aceptando también eso como algo que tiene que pasar, y estará en nuestra mano no alterarnos ni enfadarnos porque pase, sino que tenemos que enseñarles que la gente también se equivoca y a reaccionar ante ello. Tanto en la adopción de niños como de embriones.
Como hoy parece que me han dado cuerda, comentaré también que hace poco leí sobre el intercambio de células entre madre y feto, que justifica más la relación entre ellos, pero he de decir que me parece muy bien pero a mí me sobra, no me sirve para justificar que mis hijos son mis hijos porque entonces, ¿serían menos de mi marido? Quizás a alguien le convenza para dar ese paso pensar que intercambiará información genética y le va a dar vida (que sí, es algo precioso), pero llegados a este punto, la carga genética es lo que menos me importa.
Por tanto, ¿de donde vienen los niños? ¿Cómo se hacen los niños? De mil maneras y de mil lugares.