No se paró de golpe. Empezó a ralentizarse muy poco a poco, puede que incluso antes de darme cuenta. Ahora ya vuelve a estar parado del todo. Otra vez.
Si soy sincera, con mi corto embarazo me ví un poco fuera de mi zona de confort. Tantos años aquí, donde ya conozco tanto, donde no me gusta estar pero es a lo que estoy acostumbrada, hizo que me viera en un punto de mi vida totalmente desconocido. Vale, para todas las primerizas lo será, pero para mí era algo tan anhelado y tan esperado, que no imaginé que me iba a sentir así.
El mundo empezó a girar, poco a poco. Mi vida, que había estado en pausa, volvía a avanzar.
No quise comprar nada, me daba miedo pasar por la zona de bebés de los grandes almacenes, pero lo hacía rápido y con ilusión, pensaba "ahora sí que sí, en menos de dos meses me lanzo a comprar todo lo que siempre quise".
Y volví a diseñar la habitación aun sin saber si sería uno o serían dos. El color, ya decidido de hace años. Los adornos, a conjunto con ese color y otro complementario...
Y a día de hoy, siento como se me clava en el corazón un cuchillo invisible cuando pienso en ello. En lo que iba a ser, y en lo que de momento no va a ser. Incluso, es posible que no lo vaya a ser nunca. Y duele como si me despellejaran viva (que no lo he probado, ni quiero, pero tiene que ser algo así).
No he perdido la ilusión, ni he dejado de ser positiva. Pero la posibilidad de no lograrlo siempre está ahí, y hasta que lo logre, será lo que tenemos.
Duele perder un embarazo, por supuesto. Pero el dolor se supera. Con el tiempo, sí, pero se supera.
Pero cada vez que me veo en una situación en que recuerdo lo que iba a ser y no fue, me desmorono por dentro. Por fuera, me disfrazo de pirata, quizás sospechen quien hay debajo pero yo cierro los ojos y me lo guardo para mí.
Puede ser una tontería, un objeto, un color, la forma de una nube...
Quizás necesite más tiempo, quizás necesite que el tiempo pase rápido. A veces pienso que si no he de lograrlo, prefiero saberlo ya, para dejar de soñar.
Pero no quiero dejar de soñar. Y eso es lo que más duele.
Ahora el mundo está parado, hace tiempo que lo está. Y yo estoy en pausa en mi zona de confort, donde ya sé con qué me voy a encontrar. Sin miedo a que pase nada porque no puede pasar nada.
Una parte de mí quiere volver a la batalla, pero la otra quiere quedarse cobijada donde está.
La pausa será larga. No tenemos ninguna intención de empezar nada durante lo que queda de curso. El que viene ya veremos, supongo que a esas alturas ya estaré deseándolo, pero no hay fechas. Mínimo, me plantaré de nuevo en octubre, en ese otoño que tanto me gusta, aunque es hablar por hablar.
La idea es aprovechar la pausa, ahora que el mundo no se mueve, para hacer cosas. Cosas que nos gusta hacer. Cosas que dejamos de hacer. Cosas que siempre hemos querido hacer. Cosas que nunca pensamos hacer.
No abandonamos la lucha, a pesar de lo que pueda parecer, solo estamos de permiso, cargando pilas y recuperándonos para volver a por todas!