lunes, 26 de noviembre de 2018

La felicidad

Es como ese caldero rebosante de monedas de oro que podemos encontrar el cualquier arco iris que se precie. Parece que lo tienes al alcance de la mano y sin embargo no llegas nunca a alcanzarlo.

Quien diga que es feliz al 100% o bien miente, o bien no sabe lo que dice. 

Siempre dije que mi finalidad, al dejar los tratamientos de reproducción asistida, es ser feliz. Lo sigue siendo. Pero ser feliz no significa vivir en una nube de felicidad constante, al final nos ahogaríamos entre tanto unicornio y tanto algodón de azúcar.

La felicidad está en las pequeñas cosas, no os acabo de descubrir el mundo. Está en aceptar los palos que te da la vida, luchar por tus sueños mientras no te venzan, valorar esos pequeños detalles del día a día, una sonrisa, una buena noticia, un abrazo, un chocolate, un libro, un aroma teletransportador, un café con una amiga... 

Yo floto, tengo muchas carencias en cuanto a lo que sería una vida perfecta, o cómo sería mi vida perfecta, pero no sería mi vida. Yo floto a pesar de esas carencias, no me dejo hundir, ya no tengo que esforzarme en salir a flote, y si viene una ola y me da una zambullida, peleo contra corriente y me cojo a cualquiera de mis corchos, tengo unos cuantos que me llevan a la superficie rápidamente.

Soy inmensamente feliz en momentos determinados de mi día a día. Me río muchísimo, además, en el trabajo, en casa, con las amigas, con la familia... Y tengo mis malos momentos. Pero si saco la media, lo más probable es que dé como resultado que he logrado ser feliz.

Y tampoco voy a negar que esa felicidad se mantiene en parte por mi rayito de esperanza, el/la que me hará mamá algún día.


Cojo cada pequeño detalle, cada momento, cada cosa que me hace feliz y lo amontono formando una montaña enorme de felicidad. Ya no tengo que escalar mi montaña, he hecho mi propia montaña y me resulta increíblemente fácil subirme a ella disfrutando de cada elemento que la compone.


lunes, 19 de noviembre de 2018

El camino


He llegado hasta aquí porque nunca dejé de buscarte
He aprendido a vivir el camino y no quiero volver
Y tampoco quiero que me duelan los finales

Las miserias
Los idiotas enfadados
Los abrazos de cartón
De lejos te vi
De lejos me has hecho feliz
Y no quiero dejar de buscarte por este camino
Te he contado que no te conozco y te quiero de lejos
Y te juro que vale la pena caer y romperse la cara
Que regalo tan grande aprender de lo que nos dolió
Que regalo estar en este viaje
De románticos salvajes
Soñadores desterrados
Caminantes del amor
De lejos te vi, de lejos me has hecho feliz
Y no quiero dejar de buscarte por este camino
Te he contado que no te conozco y te quiero de lejos
De lejos
Yo no quiero dejar de buscarte por este camino
Te he contado que no te conozco y te quiero de lejos
De lejos

Te buscaré sin descansar, no dejaré de caminar
Te buscaré sin descansar, no dejaré de caminar
Te buscaré sin descansar, no dejaré de caminar
He llegado hasta aquí porque nunca dejé de buscarte








Porque aunque no voy a buscarle a un país lejano, lo siento así de lejos y a la vez ya le quiero, de lejos... 

De la película solo comentaré que es entretenida, que no deja de ser una peli española con humor español y soluciones de película que no sirven de nada en la vida real, pero dejémoslo en que es una peli. El sentimiento está en esta maravillosa canción.

Sigo caminando, sin descansar, sabiendo que vale la pena caer y romperme la cara. De lejos, le quiero, no sé si ha nacido ya o cuando lo hará, pero yo ya le quiero, de lejos.


PD. Pablo, si por un casual me lees, escríbeme al correo que necesito decirte una cosa jejeje (edproyecto@gmail.com) 



lunes, 12 de noviembre de 2018

Mi otro camino

El otro día os contaba en esta entrada que la adopción nunca fue una segunda opción, y bueno, no es que sí sea nuestra segunda opción, es que la opción llegó después en orden cronológico, pero no como alternativa sino como otra forma añadida de ser padres.

Hace mucho, en esta otra entrada, os contaba cómo empezamos a plantearnos en serio la adopción. Lo cierto es que mucho antes de aquello habíamos hablado sobre ello, habíamos buscado información y nos habíamos acojonado por lo difícil que lo veíamos. Una y otra vez nos decíamos: "Y si adoptamos?" Y una y otra vez nos veíamos la montaña tan alta que nos echábamos atrás. La falta de información verídica y la lista de espera fue el mayor impedimento. ¿Cuántas veces me he arrepentido después de no haber indagado más o habernos lanzado a por ello antes?

Pero a nosotros nos llegó cuando nos tenía que llegar, cuando nos dimos cuenta de que la montaña siempre la íbamos a ver así de alta si no empezábamos a subirla, una vez arriba la tendríamos bajo nuestros pies. Cuando dimos el paso fue porque estábamos seguros de que era lo que queríamos.

Presentar la solicitud de adopción fue como descargar un peso para seguir caminando más ligeros.

Sabíamos que íbamos a estar muchos años esperando, pero ya habíamos empezado el camino, a partir de entonces el tiempo iba descontando.

De forma paralela seguimos por un tortuoso camino de infertilidad, en aquel momento no sabíamos cuanto más íbamos a pelear por conseguir un embarazo ni lo que nos vendría después, pero cuando me quedé embarazada casi un año después, y aun sin saber si se había implantado uno o los dos, teníamos clarísimo que fueran los que fueran no nos íbamos a echar atrás en la adopción. La adopción no era la alternativa a la reproducción asistida, era otro camino que estábamos recorriendo a la vez.

Y así fue como, durante algo más de dos años y medio, fuimos recorriendo dos caminos de forma simultánea, hasta que el camino de la reproducción asistida se nos acabó y nos quedamos con este solamente.


sábado, 10 de noviembre de 2018

Noviembre

Noviembre siempre fue un mes clave en mi vida infértil y personal. 

La cancelación de mi primer tratamiento, la cancelación del último de la seguridad social, el nacimiento de mi sobrino y, cómo no, mi único positivo. 

Hoy hace tres años del día más feliz de mi vida. Y siempre dije que no quería recordar fechas, pero no puedo olvidar esta, ¿cómo? Si de repente mi mundo volvió a girar de nuevo, si lloré de felicidad, me sentí en la cima del mundo, logré decir: estoy embarazada.

Dios... ¡¡lo estuve!! No estoy soñando, no lo soñé, de verdad que lo estuve, durante unos días, o semanas, mi hijo/a estuvo dentro de mí para hacerme la mujer más feliz del mundo, para hacerme mamá.

A veces me pregunto qué ocurrió, no soy la única, claro, y sé que no debo culparme pero me pregunto si fui yo la que acabó con su vida, si mi estado de nervios, mi excitación, provocó su muerte. Eso nunca lo sabré, y quizás sea mejor así. 

Y a pesar de haber sido el día más feliz de mi vida, hoy duele, como duele cada año que pasa, como duele casi cada día, solo que lo guardo en un cajón y no lo saco. Las fechas, las malditas fechas, vuelven una y otra vez para recordarnos cosas que, en realidad, tampoco queremos olvidar. 

No, no quiero olvidar aquel día, aunque duela.

lunes, 5 de noviembre de 2018

Reclamo mi derecho a dormir

Yo duermo.

Entre semana duermo entre 6 y 7 horas diarias, del tirón. Podrían ser 8, pero tengo demasiada necesidad de hacer otras cosas antes de la hora cenicienta. Cuando llega el fin de semana me gusta levantarme tarde, solo porque puedo disfrutar de ese placer de estar en la cama todo el tiempo que me apetezca.

Vale, vale, que siempre no puede ser, no va a ser todo dormir en esta vida, pero es una de mis ventajas favoritas de no ser madre, y la defiendo a capa y espada. 

Con este diálogo lo resumo bastante bien:

- ¡Qué suerte la tuya que puedes dormir todo lo que quieras!
- ¿Perdona? ¡Qué suerte la tuya que no puedes dormir porque tienes hijos!

No, a mí no me despiertan para comer o mear, porque tienen pesadillas o porque están malitos, yo no me despierto cuarenta veces durante la noche para comprobar que estén bien tapados, o simplemente para asegurarme de que respiran, no me despierta su tos, no me dan patadas, no paso noches en vela cuando están enfermos.

No me pasa todo esto porque no tengo hijos, y precisamente por eso reclamo mi derecho a dormir lo que me venga en gana, como si quisiera acostarme a las 8 de la tarde todos los días si fuera posible.

Sí, yo DUERMO! El destino o quien quiera que sea me ha robado todo lo demás, así que déjame que disfrute de esta insignificante ventaja de no tener hijos mientras me apetezca hacerlo, o hasta que me toque sufrir porque mi pequeño/a haya llegado a mi vida para quitarme el sueño y vivir preocupada a todas horas.

Y créeme, disfruto durmiendo. A veces, allí, en los sueños, me encuentro con todos esos hijos que he tenido en ese otro mundo.