Yo duermo.
Entre semana duermo entre 6 y 7 horas diarias, del tirón. Podrían ser 8, pero tengo demasiada necesidad de hacer otras cosas antes de la hora cenicienta. Cuando llega el fin de semana me gusta levantarme tarde, solo porque puedo disfrutar de ese placer de estar en la cama todo el tiempo que me apetezca.
Vale, vale, que siempre no puede ser, no va a ser todo dormir en esta vida, pero es una de mis ventajas favoritas de no ser madre, y la defiendo a capa y espada.
Con este diálogo lo resumo bastante bien:
- ¡Qué suerte la tuya que puedes dormir todo lo que quieras!
- ¿Perdona? ¡Qué suerte la tuya que no puedes dormir porque tienes hijos!
No, a mí no me despiertan para comer o mear, porque tienen pesadillas o porque están malitos, yo no me despierto cuarenta veces durante la noche para comprobar que estén bien tapados, o simplemente para asegurarme de que respiran, no me despierta su tos, no me dan patadas, no paso noches en vela cuando están enfermos.
No me pasa todo esto porque no tengo hijos, y precisamente por eso reclamo mi derecho a dormir lo que me venga en gana, como si quisiera acostarme a las 8 de la tarde todos los días si fuera posible.
Sí, yo DUERMO! El destino o quien quiera que sea me ha robado todo lo demás, así que déjame que disfrute de esta insignificante ventaja de no tener hijos mientras me apetezca hacerlo, o hasta que me toque sufrir porque mi pequeño/a haya llegado a mi vida para quitarme el sueño y vivir preocupada a todas horas.
Y créeme, disfruto durmiendo. A veces, allí, en los sueños, me encuentro con todos esos hijos que he tenido en ese otro mundo.
Duerme amiga, duerme mucho y sueña bonito. Pero ojalá pronto tus sueños sean interrumpidos :)
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